sábado, 19 de septiembre de 2015

viernes, 18 de septiembre de 2015

La Transformación del Águila: Renovarse o morir!

Las águilas son de los animales más admirados en el mundo, además de ser un símbolo que representa la libertad y el poder.

El águila real americana es el ave que posee la mayor longevidad de su especie, llega a vivir hasta 70 años. Pero para llegar a esa edad, en el ecuador de su vida tiene que tomar una seria y difícil decisión.
A los 40 años, sus uñas curvas y flexibles no consiguen agarrar a las presas de las que se alimenta, su pico alargado y puntiagudo comienza a curvarse apuntando contra el pecho peligrosamente, y sus alas, envejecidas y pesadas por las gruesas plumas hacen que volar sea una tarea muy complicada.

Es entonces, cuando el águila tiene que tomar una decisión y sólo tiene dos alternativas: dejarse morir, o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará unos ciento cincuenta días.

Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y refugiarse en un nido próximo a una pared, donde no necesite volar. Entonces, el águila ya refugiada comenzará a golpear su pico contra la pared hasta conseguir arrancarlo. Una vez amputado, tendrá que esperar a que nazca un nuevo pico con el cual, después, tendrá que arrancar sus viejas uñas.

Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, será el momento para desprenderse de sus viejas plumas arrancándoselas con su nuevo pico. Después de cinco meses muy duros, el águila real saldrá victorioso ejecutando su famoso vuelo de renovación y entonces dispondrá de 30 años más de vida.

A lo largo de nuestra vida nos suceden situaciones similares. ¿Nos has pensado nunca que ya has dado todo lo que podías en tu trabajo, familia, amigos...? Como si ya hubieras agotado toda tu creatividad y que no te tienes mucho más que aportar.

Hay momentos donde nos encontramos débiles, agotados, desanimados... Estamos en un punto donde, o nos renovamos como las águilas o iremos de mal en peor.

Esta transformación no es gratuita. Nos exigirá parar, hacer un alto en el camino, reflexionar, hacer una introspección y así, saber cuáles son los picos, plumas y uñas de las que debemos desprendernos.

Cada uno puede identificarlas fácilmente en sus vidas: son aquellas actitudes, vicios y costumbres que nos impiden el cambio, que nos atan al pasado, a la mediocridad a la falta de ánimo para empezar la lucha.

También puede tratarse de resentimientos, complejos, baja o alta autoestima, que nos nublan la vista y la capacidad de ser objetivos con nosotros mismos. Debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causan dolor. Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae.

Los budistas dicen: Despréndete de tus máscaras, de todo lo que te impida ver tu verdadero rostro en el espejo. Aquello que te separe de lo realmente eres”.

Osho lo llama “las máculas”, las manchas que impiden que el brillo que somos se proyecte desde nosotros, embelleciendo literalmente nuestra vida, dándole un resplandor sublime y mayor a cada paso. Cada uno sabe cuáles son esas máculas, esos impedimentos mentales alimentados por el ego y el deseo y, mantenidos en actividad por la amnesia que estamos padeciendo quizás desde varias vidas.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

“El secreto de las águilas”


El águila es el ave con mayor longevidad de esas especies. Llega a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40, debe tomar una seria y difícil decisión.
A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue tomar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo, se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas gruesas. Volar se hace ya tan
difícil! Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durara 150 días.
Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar. Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo.
Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas.
Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, comenzará a desplumar sus plumas viejas. Después de cinco meses, sale para su vuelo de renovación y a vivir 30 años más.
Situaciones parecidas nos suceden a lo largo de la vida. Hay momentos en que parece que ya hemos dado en nuestro (trabajo, familia, comunidad, Congregación) todo lo que teníamos. Pareciera como si hubiéramos agotado nuestra creatividad y que ya no tenemos mucho que aportar.

Nuestra vida suele verse gris y envejecida. ¡Estamos en un punto de quiebre!. O nos transformamos como las águilas o estaremos condenados a morir. La transformación exige, primero, hacer un alto en el camino, tenemos que resguardarnos por algún tiempo. Volar hacia lo alto y comenzar un proceso de renovación.
Solo así podremos desprendernos de esas viejas uñas y plumas para continuar un vuelo de renacimiento y de victoria. Y ¿cuáles son esas plumas y uñas de las que tenemos que desprendernos?. Pues, cada uno puede identificarlas fácilmente en sus vidas: son aquellas actitudes, vicios y costumbres que nos impiden el cambio, que nos atan al pasado, a la mediocridad a la falta de ánimo para empezar la lucha.
En otros puede tratarse de resentimientos, complejos, baja o alta autoestima, que nos nublan la vista y la capacidad de ser objetivos con nosotros mismos. Debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causan dolor. Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae.
Es increíble descubrir en la Biblia, que ya el salmista (1000 a 800 años antes de Cristo)
conocía el secreto de las águilas:
"El perdona todas tus culpas y sana todas tus enfermedades. El rescata tu vida de la tumba y te colma de amor y de ternura, sacia de bienes tu existencia, y te rejuveneces como un ÁGUILA"
Salmo 103: 3-5


martes, 15 de septiembre de 2015

El mito del fénix

El mito del fénix en la poesía romance de la Edad MediaPor Francesco Zambon

El mito del fénix, el ave fabulosa que renace periódicamente de sus cenizas, es una historia con sucesivos resurgimientos. Los datos esenciales (muerte y resurrección, carácter unitario, relación con el Sol) se mantuvieron casi inalterados, pero el mito fue adaptándose a los distintos ámbitos históricos y culturales para encarnar nuevos temas religiosos, científicos o filosófico-literarios. A pesar de estas transformaciones, quizá el mito del fénix puede tender un puente en concepciones que, aun estando muy alejadas en el tiempo y el espacio, se centran en un mismo núcleo profundo: el nexo misterioso e inevitable entre nacimiento y muerte, inicio y fin, creación y destrucción. Simone Weil subraya varias veces la relación entre la historia de Osiris y la de Cristo, y escribe en la Carta a un religioso: "Si Osiris no es un hombre que haya vivido en la tierra aun siendo Dios, al igual que Cristo, su historia, cuando menos, es una profecíainfinitamente más clara, completa y próxima a la verdad que todo aquello que así se denomina en el Antiguo Testamento". Probablemente Simone Weil no lo supiera, pero el mito primitivo del fénix se creó en Egipto, y guarda estrecha relación con la figura de Osiris, originariamente dios de la tierra egipcia y de su vegetación. Más tarde, en época cristiana, el mito se vinculó a la muerte y resurrección de Cristo. Estas fases antiguas de la historia, desde la mitología egipcia hasta la Antigüedad tardía pagana y cristiana, han sido objeto de investigaciones muy completas, entre los que se cuentan los eruditos libros de Hubaux y Leroy y de Van den Broek. Sin embargo, la historia posterior ha sido menos estudiada, pese a contar con episodios muy relevantes, especialmente en la lírica medieval y barroca, así como en la simbología hermética. Entre los siglos XII y XIV, algunos poetas romances (sobre todo italianos) realizaron una nueva y coherente adaptación al mito, y lo erigieron en elemento característico de una doctrina amorosa inédita, centrada en el tema de la muerte/renacimiento de la Mujer. Según el mito antiguo -que ofrece muchos paralelismos con el benuegipcio, aunque tal vez no derive directamente del mismo-, el rasgo principal del fénix es su condición de ave solar; animal sacrum Soli, lo definen Manilo y Tácito, mientras Horapolo afirma categóricamente que "el fénix es el Símbolo del Sol", Dicho rasgo se observa en el aspecto físico del ave, tal como la describen la mayoría de las fuentes: según Aquiles Tacio, quien resume sus características tradicionales en la novelaLeucipa y Clitofonte (s, II d. C.), las alas del fénix son una mezcla de oro y púrpura, y su cabeza está rodeada por una aureola de plumas -casi una corona- que simboliza el Sol. Además, en muchas versiones, su incendio renovador tiene lugar en la ciudad de Heliópolis, centro del culto solar egipcio. Tal como ha demostrado Marcel Detienne, estos rasgos del ave se complementan con su estrecha afinidad y "consustancialidad" con los aromas de naturaleza ignea -cinamomo, mirra e incienso- que emplea para construir su hoguera. El carácter solar del fénix queda explicitado en las descripciones que lo relacionan con el ciclo diario o anual del Sol. En un apócrifo del Antiguo Testamento, el Apocalipsis griego del Pseudo Baruc (s. II d. C.), el profeta ve cómo el Sol, ceñido por una corona de oro, despunta sobre el horizonte precedido del fénix; el ave acompaña al astro a lo largo de su trayecto diurno, y hace de pantalla asus rayos para que los seres vivos de la tierra no se quemen. El ave-satélite, exhausta por el calor que ha filtrado durante todo el día, reaparece a la hora del crepúsculo, cuando los ángeles despojan al Sol de su corona para renovarla. Este texto, junto con otras fuentes, indujo a algunos estudiosos a creer que el fénix, en un principio, pudo ser la personificación mítica del planeta Venus, o Lucifer, la mañana, yVesper, el atardecer. Tal como observan Hubaux y Leroy, "el mito del fénix atribuye gran importancia al concepto de identidad, e interpreta en clave poética un descubrimiento astronómico muy antiguo, que inspiró meditaciones a astrólogos y mitógrafos: la estrella de la mañana es el mismo astro que la estrella del atardecer". Con todo, esmucho más frecuente asociar el mito del ave a un largo ciclo de años, cuya duración varía según las fuentes; según algunos, es de 500 o 540 años, según otros, de 1000, mientras que otros aseguran que se trata exactamente de 1461. Esta última cifra, facilitada por Tácito, se refiere a la duración del llamado período sotíaco, esto es, al número de años tras el cual (el 15 de junio, día de la crecida del Nilo e inicio del año según el calendario civil egipcio) el Sol sale junto a la estrella más luminosas del cielo, Sotis o Sirio. Y, puesto que la rotación de Sirio dura 365 años y cuarto, ello sucede cada 365 años y cuarto por 4, es decir, cada 1461 años. Resulta más difícil explicar las otras cifras, si bien todas ellas indican el Gran año o ciclo a cuyo término -según la cosmologíaclásica- el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas fijas completan su recorrido y vuelven a la posición de partida. Manilio, citado por Plinio, hace coincidir la vida del fénix con la duración del Gran Año. En cualquier caso, el ave simboliza la renovaciónperiódica del universo, que sigue a su destrucción al final de cada ciclo y da inicio a una nueva edad de oro. Horapolo aún describe la imagen en estos términos: "Cuando (los egipcios) quieren simbolizar la gran renovación cíclica de los astros, representan al ave fénix, ya que cuando ésta nace se produce una renovación de las cosas".
El símbolo de dicha renovación cósmica, tras un Gran Año 
o una parte del mismo, consiste en un propiedad fundamental que todos los escritores antiguos atribuyen al fénix: el echo de morir y nacer periódicamente. No obstante, existen versiones discordantes del mito cuyo origen se remonta, fundamentalmente, a dos modelos. El primero, menos difundido, procede de la descripción más antigua que se conserva del ave fabulosa, incluida en el libro II de la Historia de Herodoto (autor que no oculta sus dudas acerca de la veracidad de cuanto relata):

"Existe otr
a ave sagrada en Egipto, que se llama fénix. Yo sólo la he visto pintada. Se la ve muy raramente en Egipto; según dicen los heliopolitanos, cada quinientos años, cuando muere su padre (...). Dicen que (el fénix) parte de Arabia y transporta el cuerpo de su padre, envuelto en mirra, hasta el templo del Sol, donde le da sepultura. Y que lo transporta de este modo: primero hace un gran huevo con mirra e introduce en él a su padre, luego tapa el agujero hecho en el huevo con más mirra, de modo que, una vez introducido el cadáver, el peso sea el mismo. Y, por último, tras cubrirlo de mirra por fuera, transporta el huevo que contiene el cuerpo a Egipto, al templo del Sol".

Heródoto no menciona el
 nacimiento del nuevo fénix, que, según esta tradición, procede de un gusano formado durante la descomposición -que gozó de mayor fortuna y que, al fin, se impuso como versión estandar del mito-, el ave fénix, llegada a una extrema vejez, se tiende en un nido lleno de exquisitos aromas, donde se quema por efecto del calor o debido a dichos aromas, y de sus cenizas nace el nuevo fénix. Ambas tradiciones, aunque se contaminan mutuamente en no pocas ocasiones, suelen discrepar en numerosos detalles, especialmente en lo tocante a la procedencia del fénix (India, Arabia, Etiopía, Líbano o un genérico Oriente), las modalidades y el lugar de su muerte (en la misma India, o en la mítica Pancaya, otra tierra solar, pero mayoritariamente en Egipto) y las fases de su renacimiento (que, según algunas fuentes, pasa por varios estadios intermedios: gusano, huevo, polluelo). El poema De ave phoenice, atribuido atribuido a Lactancio (s. III), ofrece una admirable síntesis del mito clásico, en la cual todos los elementos tradicionales de la leyenda -incluidas las dos versiones de la muerte y el resurgimiento- se funden en un relato visionario lleno de ecos simbólicos. Lactancio, o quienquiera que fuese el autor del poema, narra que el fénix nace en un lugar sagrado situado en Oriente, el bosquecillo del Sol, en cuyo centro hay un manantial que lo inunda doce veces al año. El ave, única en el mundo, sigue constantemente a Febo (sol) en su curso marcando las horas diurnas y nocturnas. Transcurridos mil años, el fénix siente su cuerpo debilitado por la vejez, y parte hacia nuestro mundo con el fin de renovarse. Llega a Siria (que recibirá el nombre de Fenicia por el ave), elige una palmera alta y construye en su copa un nido o tumba ("un nido o una tumba, pues muere para vivir, aunque se crea a sí misma") Tras llenar el nido con los más exquisitos aromas orientales, se sumerge doce veces en el agua sagrada y reposa en el nido mientras espera la salida del sol. Al despuntar el primer rayo, dedica un melodioso canto al astro; después, cuando el disco solar ha aparecido por completo, lo saluda tres veces batiendo las alas, vierte sobre su cuerpo los perfumes recogidos en Oriente y se quema por el efecto de un rayo en conjunción con la llama que sale del nido. Así, sufre una muerte vital (genitale morte) y queda reducido a cenizas. Pero la naturaleza humedece sus cenizas, las condensa y las fecunda, y de éstas sale una larva blanquecina sin miembros, que crece poco a poco hasta adquirir forma de huevo. Tras el período de incubación, el nuevo fénix sale del huevo. El ave crece alimentándose únicamente del néctar caído del cielo; llegada a la adolescencia, regresa a su país, escoltado por un coro de seres alados. Antes envuelve los restos mortales de su padre en un globo de mirra, bálsamo e incienso, los lleva a Heliópolis y los deposita en el altar del santuario. Todo el mundo acude a ver la prodigiosa criatura; sus plumas son rojas, con reflejos dorados e iridiscentes; el pico, de marfil y diamante; sus ojos brillan como dos amatistas con una llama escarlata en el centro; su cabeza está rodeada de una aureola de rayos. El poema concluye con unos versos que expresan de forma muy eficaz la paradoja en la que se centra el mito del fénix:
¡Ave de destino y muerte venturosa, a la que Dios concedió nacer de sí misma!Hembra o macho, o ni lo uno ni lo otro, feliz por no conocer pacto con Venus. Su Venus es la muerte, la muerte es su único placer.Para poder nacer, antes desea morir. Es su propia descendencia, su padre y su heredero, su propia nodriza y a la vez su criatura. Es ella y no es ella, es la misma y no es la misma, alcanzó la vida eterna por el bien de la muerte.
Aeternam vitam mortis adepta bono. Sea o no sea Lactancio el autor del poema, lo cierto es que estas palabras resultan muy adecuadas para abrir el capítulo cristiano del mito, capítulo indispensable para comprender el símil Mujer-fénix en la poesía romance de la Edad Media.(...)

Segundo fragmento. El Cligés de Chrétien de Troyes.

(...) Mucho más completa y rica en implicaciones simbólicas es la referencia al mito del fénix en la segunda novela de Chrétien de Troyes, elCligés, cuyaprotagonista femenina lleva el nombre de Fenice. Por primera vez en la literatura romance, el ave fabulosa se asocia a una mujer, y esta nueva elaboración del símbolo ya deja entrever las líneas esenciales de un mito amoroso que tendrá como máximos cantores a Cecco d'Ascoli y a Petrarca. El Cligés narra la historia de amor de dos jóvenes, Cligés, heredero legítimo al trono de Constantinopla, y Fenice, hija del emperador de Alemania y esposa de Alís, tío de Cligés, quien gobierna provisionalmente el imperio y rompe su promesa de celibato. Desde su primer encuentro con Giglés en la corte de Colonia, Fenice se enamora perdidamente de él, y su amor es correspondido. Tras desposar a Alís, Fenice, gracias a un brebaje, consigue mantenerse casta para su amado, y, junto a la maga Tesala, urde un plan para unirse definitivamente a Cligés: la joven bebe una pócima que le da el aspecto de muerta. Después de soportar la torturas que le infligen tres desconfiados médicos de Salerno, es enterrada en un sarcófago construido por el artesano-arquitecto Juan. Esa misma noche, Cligés, con la ayuda de Juan, desentierra el cuerpo y lo traslada a una torre construida por este último dentro de unmagnífico vergel. Al cabo de cierto tiempo, Fenice recobra el sentido, y transcurre unos años de completa felicidad junto a su amante. Al fin, la pareja es descubierta, pero, tras la providencial muerte de Alís, lograrán ver cumplido su sueño de amor.
Chrétien,al presentar a Fenice, explica el por qué de su nombre citando al ave mítica:
La doncella se llamaba Fenice, y no sin razón, pues, así como el ave fénix es más bella que las demás y no puede haber más que una, así también, creo yo, Fenice no tiene igual en belleza. Sería un milagro y un prodigio que la Naturaleza pudiese crear algo igual.
Las cualidades que menciona el autor son su extraordinaria belleza y su caracter único, dos rasgos típicos -como hemos visto- en la descripción tradicional del fénix. Sin embargo, la trama de la novela induce a creer (y así lo afirman muchos críticos) que el nombre de Fenice alude tácitamente al núcleo del mito del fénix: muerte y resurrección. A través de su falsa muerte, Fenice muere para la falsa experiencia amorosa impuesta a la fuerza por el usurpador Alís; con su "renacimiento", la joven nace a su amor verdadero por Cligés, legítimo emperador. Chrétien sitúadicho renacer en un auténtico Edén, en cuyo centro se eleva un árbol fabuloso, donde Fenice, por decirlo así, hace su "nido", lo cual recuerda lapalmera datilera de los relatos antiguos y medievales. En la novela nada justifica una interpretación gnóstica de la figura como símbolo del alma que, tras morir al mundo y rehuir al falso dios que lo gobierna, resurge en una dimensión superior para contraer un matrimonio místico con su Yo celestial y con el Dios verdadero. No obstante, a lo largo de toda la obra se observan reflejos simbólicos y sagrados: la grant clarté, más intensa que cuatro carbunclos, con la cual Fenice ilumina el palacio, recuerda el sagrado Grial que, en la última novela de Chrétien (Li contes del graal), aparece ante Perceval en el castillo del Rey Pescador, objeto cuya claridad extingue el brillo de todas las velas. Y Juan, al depositar el cuerpo de la joven dentro del sarcófago, como sifuese una reliquia, enleu de saintuaire ("en un lugar santo"), lo define como molt saint chose ("cosa muy santa"), al igual que el Grial. Por otra parte, las torturas que los médicos infligen a Fenice antes de la sepultura recuerdan la pasión de Cristo, a la cual también nos remite el símbolo del fénix, o el martirio de una santa.
Estos temas vinculados al fénix son centrales en la novela, y así lo confirma su paralelismo con la historia de Cligés, cuya figura acaba superponiéndose a la de Fenice para formar una única historia simbólica de muerte y renacimiento. Cuando Cligés llega a Colonia en p
os de Alís, Chrétien dice que su belleza se funde con la de la joven, como en un solo rayo del sol naciente que ilumina todo el palacio (observesé la alusión a la aurora, tradicional en el mito antiguo):
El día estaba un poco nublado, pero tan bellos eran ambos, la doncella y Cligés, que su belleza emanaba un rayo y hacía resplandecer el palacio, al igual que el sol, que sale claro y bermejo.

Después, mientras Fenice lleva a cabo su plan, Cligés demuestra su valor combatiendo en el torneo de Oxford, donde viste sucesivamente cuatro 
armaduras -una negra, una verde, una bermeja y una blanca-, con las que se enfrenta a los caballeros más famosos de Artús. Tras vencer a los tres primeros adverarios, antes de que el héroe vista la última armadura y el duelo con su tío Gauvain termine en empate, Chrétien comenta: "Portanto, habrá hecho cuatro mudas, pues cada día se desprende del plumaje y lo renueva". Así pues, Cligés es una especie de fénix que, tras enfrentarse a cada prueba mortal, luce novele plume. La equivalencia entre ambas imágenes queda confirmada cuando el héroe inventa un pretexto para visitar la torre donde se oculta la joven sin levantar sospechas y compara a Fenice con un azor mudado: "ha dejado allí un azor mudado, y dice que va a verlo". En cuanto a la fusiónideal de los dos protagonistas, Cligés se refiere a la misma en su lamento ante el cuerpo de Fenice, aquien cree muerta: "éramos una sola cosa", y Chrétien la pone de relieve al describir la felicidad amorosa de los jóvenes: "Así es su deseo común, como si fueran uno solo". En este sentido, no podemos dejar de coincidir con este comentario de Charles Méla: " 'Novele plume': esta formulación de la imagen, referida a Cligés, permite llevar la metáfora un poco más allá de la 'plume' con la que se ha construido el lecho de la falsa muerta; y el pretexto del azor mudado, por la crecanía de los términos, abarca la realidad secreta de la transmutación que se está produciendo. Cligés lleva los distintos colores -negro, verde, bermejo y blanco- según los cuales se dispone la materia de la Obra. El cuerpo de Fenice, manipulado por Tesala, los médicos de Salerno y el arquitecto Juan, sufre la pasión y sigue un proceso que va de las sombras subterráneas hasta su nueva ascensión a la luz del día, pues la torre da a un vergel paradisíaco". Méla concluye que las historias entrelazadas de los dos protagonistas traducen "la unidad de una misma operación, de la cual renacerá un hombre nuevo, gracias a un amor capaz de vencer sus propias tinieblas".